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¿Hay un maltratador en el Senado de los Estados Unidos?


7 de mayo de 2002 por Glenn J. Sacks

"En el Senado de los Estados Unidos hay un maltratador.

El cónyuge de ese maltratador ha sido víctima de repetidos ataques violentos, aunque la violencia de ese senador no ha sido condenada. Irónicamente, ese senador, que actualmente es una de las personas más polémicas de la vida pública estadounidense, se ha librado de la reprobación por la única cosa que tanto sus detractores como sus admiradores consideran realmente inexcusable: la violencia doméstica.

¿Quién es ese perpetrador de violencia doméstica? La senadora por Nueva York, Hillary Clinton.

Las pruebas que inculpan a la Sra. Clinton son sólidas. Según Gail Sheehy, admiradora biógrafa de Hillary y autora de "La opción de Hillary", uno de los ataques domésticos contra Bill Clinton tuvo lugar en 1993, cuando Hillary clavó sus largas uñas en el rostro de Bill Clinton, "dejando la huella de un profundo arañazo a lo largo de su mandíbula".

El incidente se explicó primero como un "accidente del afeitado", y posteriormente se trató de echar la culpa Socks, el gato. Dada la importancia de la lesión, ninguna de las explicaciones resultó convincente. La Sra. Dee Dee Myers, portavoz de la Casa Blanca en aquel momento, explicó más tarde a Sheehy que el violento acceso de celos de Hillary había sido motivado por la visita de la cantante Barbara Streisand a la Casa Blanca.

Según Christopher Andersen, autor de "Bill y Hillary", el 13 de agosto de 1999, Hillary atacó nuevamente a Bill, al hacerse públicas sus relaciones con Monica Lewinsky. Andersen escribe:

"...el Presidente..., llorando, le pidió perdón. Gran parte de lo que ocurrió después entre Bill y Hillary Clinton resultó plenamente audible para los agentes del servicio secreto y el personal doméstico desde los pasillos. En el pasado, Hillary había arrojado libros y un cenicero al Presidente, en ambas ocasiones, dando en el blanco... Hillary se puso de puntillas y le dio una bofetada suficientemente fuerte para dejar una huella roja perfectamente visible para los agentes del servicio secreto cuando el Presidente salió de la habitación.

"Estúpido, estúpido, estúpido hijo de puta", gritó Hillary. Sus palabras, proferidas en el chillón y estridente tono que, con los años, llegó a ser familiar para el personal de la Casa Blanca, resonaron en el pasillo."

Sheehy hace un relato similar del incidente, y añade que Linda Bloodworth-Thomasen, amiga de Hillary, que se hallaba con su marido en las cercanas habitaciones privadas "pensó que era formidable que Hillary 'le arrease un puñetazo en la cabeza'".

La Oficina para las Víctimas de Delitos del Departamento de Justicia de los Estados Unidos clasifica esta clase de agresiones -arañazos, bofetadas, golpes, lanzamiento de objetos, provocación de heridas o contusiones- como "maltrato físico" y violencia doméstica.

Bill Clinton trató el incidente de una forma que recuerda extrañamente la actitud de muchas mujeres víctimas de violencia doméstica en la época pre-feminista. Avergonzado, hizo lo posible por ocultar lo ocurrido, incluso ordenando a sus representantes que dieran coartada públicamente a la violencia de su mujer. Probablemente se consideró a sí mismo culpable de "provocarla", como si la infidelidad marital justificase las agresiones físicas. También es casi seguro que nunca se planteó la posibilidad de llamar a la policía o denunciar a su maltratadora.

La reacción del público ha sido del tipo "¿qué hizó él para ponerla fuera de sí?", una actitud de "echar la culpa a la víctima" que sería inmediatamente reconocida y condenada si se invirtiesen los sexos de víctima y perpetrador. La cobertura mediática de los incidentes se limitó casi exclusivamente a unos cuantos chistes en los programas televisivos y radiofónicos de madrugada. Al relatar las agresiones, ni Sheehy ni Andersen utilizan la expresión "violencia doméstica" ni desaprueban en modo alguno los ataques de Hillary. Huelga decir que la reacción habría sido muy distinta si la esposa del Presidente hubiese aparecido en público con heridas en su cara.

Tampoco se mencionó el incidente durante la campaña de Hillary para el Senado en 2000. De hecho, fue el ex alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, quien cargó con las críticas públicas como mal esposo por su fracaso matrimonial, mientras que apenas se prestó atención al hecho de que su oponente electoral era una conocida maltratadora.

Lo ocurrido a los Clinton demuestra que, a pesar del abrumadora cantidad de investigaciones que demuestran que hombres y mujeres inician y perpetran por igual actos de violencia doméstica, gran parte del público sigue fiel al caduco y desacreditado concepto que equipara la violencia doméstica con las agresiones a la mujer.

Irónicamente, la propia senadora Clinton se ha referido a la violencia doméstica en numerosas ocasiones, y ha prestado su apoyo a la campaña contra la violencia doméstica sufragada con 100 millones de dólares del Fondo de Prevención de la Violencia Familiar. El lema de la campaña es: "No hay excusa para la violencia doméstica".

¿Cuál es la excusa de la senadora Clinton?"

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